El hombre se levantó lentamente y se acercó a la niña. Puso una mano en su mejilla y con la otra la tomó por la cintura tratando de acercarla hacia él. La niña reía y reía, inocente de lo que sucedía. Aquel hombre siguió con el acto impuro, claramente se podía saber cuáles eran sus intenciones, pero aún así se mostraba paciente y sereno. En un acto violento, empujó a la niña haciéndola caer en el frío y mojado pavimento, ésta gritó de dolor y asombro.
El hombre prosiguió a quitarse la correa del pantalón apresuradamente, con impaciencia y furor. La niña reía, pero su risa se hacía cada vez más grave, como la de un ser oscuro. El hombre se detuvo en seco y miró fijamente a aquella criatura. El cuerpo de la niña se oscurecía, sus manos se hacían cada vez más grandes y gruesas, su torso y piernas se alargaban, se transformaba. Aquel pervertido se alejó de inmediato de la escena la cual presenciaba, trató de correr, pero algo lo detuvo agarrándole el tobillo.
